Intervención en la Comisión para a Igualdade del Parlamento de Galicia apgadmin marzo 29, 2023

Intervención en la Comisión para a Igualdade del Parlamento de Galicia

Intervención de la presidenta de la APG, María Méndez, en la Comisión non Permanente de Estudo para a Igualdade e para os Dereitos das Mulleres (29 de marzo de 2023):

“Ante todo quiero expresarles, en nombre de la Asociación de Periodistas de Galicia, nuestra enhorabuena por la constitución en este Parlamento de la Comisión de Igualdade e Dereitos das Mulleres. Y agradecemos al presidente de la Cámara su invitación para intervenir en este nuevo espacio de reflexión.

Que el máximo órgano de representación de los gallegos ponga en marcha un foro de debate como este, con el excelso propósito de proponer después soluciones a los problemas principales que atienen a las mujeres, tanto en el ámbito laboral, como de discriminación y exclusión en otros planos de la vida pública, merece un reconocimiento.

Porque aún son muchos los retos a los que nos enfrentamos, desde todas las instancias, para lograr la plena igualdad de género. Y más, los desafíos que tenemos que superar, si queremos que sea una realidad sin ambages, en todos los órdenes de nuestra vida.

Pero sin duda, su visibilización y tener la firme creencia de que las desigualdades existen, ya supone un avance que, a buen seguro, nos obligará a articular los procesos necesarios desde todos los frentes institucionales (públicos y privados), y también sociales, para caminar hacia la meta de que el género deje de suponer un elemento para la discriminación.

Hoy estoy en este foro de debate y diálogo como periodista y como representante de un buen número de ellos. Y quizá por eso, podría considerarse como un ejercicio arriesgado por mi parte indicarles el camino que deben seguir en la toma en consideración de iniciativas legislativas, que puedan ayudar a reducir las desigualdades de género.

Creo que mi humilde aportación a esta Comisión, más allá de hacer un análisis de la coyuntura en la que se encuentran nuestras instituciones y empresas periodísticas en cuanto a la cuestión de género, es tratar de aportarles mi visión como profesional del periodismo y, por lo tanto, como espectadora privilegiada de lo que acontece en nuestro entorno social y económico.

Desde nuestra asociación, altamente implicada con la consecución de la igualdad, venimos realizando en los últimos cuatro años un Congreso de Medios de Comunicación e Igualdad. Esa iniciativa, desarrollada con la colaboración de la Consellería de Promoción do Emprego e Igualdade de la Xunta de Galicia, tiene como propósito implicar a los profesionales y las empresas en las que trabajan, en aquel objetivo.

Puede estar mal que yo lo diga, pero ese foro supone una ambiciosa convocatoria encaminada no sólo a integrar a medios y periodistas en esa lucha (por cierto, permítanmelo reconocer, con un respaldo pleno por su parte), sino también a fijar una mirada crítica sobre lo que ya se está haciendo a día de hoy, en y desde los propios medios, en aras de avanzar hacia una perspectiva igualitaria.

No es desconocido que, a pesar de los grandes pasos que ya hemos dado, la desigualdad sigue insistente, pues todas las encuestas continúan reflejando una importante brecha salarial por sexos. O porque el techo de cristal sigue limitando, por no decir estrangulando, las expectativas de muchas profesionales mujeres. De ahí que la presencia femenina en los cuadros directivos, cuente con ratios aún muy exiguos.

Pero comprenderán que no me corresponde a mi hablar en nombre de las empresas periodísticas que, sean tradicionales o digitales, son hoy auténticos adalides de la lucha por el mantenimiento de sus estructuras y, ya es evidente, están esforzándose por desarrollar los códigos para situar sus cuadros humanos en la perspectiva de género.

Donde sí es preciso pararse, pienso, es en alguna de las principales conclusiones que arrojaron con más frecuencia las diferentes ediciones de nuestro Congreso de Medios e Igualdad, y que inspiraron después importantes campañas para concienciar sobre la necesidad de crecer en el campo de la igualdad de género.

Podría afirmar sin ambages que, nuestra evidencia -reforzada por múltiples ponentes-, es que la educación en igualdad supone uno de los primeros y fundamentales eslabones en la cadena hacia la plena equiparación de derechos entre géneros.

Así como ya está reconocido el importante papel que desempeñan los medios de comunicación, a la hora de concienciar sobre la necesidad de eliminar estereotipos que promueven la desigualdad, será preciso ahondar en la enorme repercusión que tendría trabajar en el capítulo de la educación.

Habrá que hacerlo desde las etapas educativas tempranas, sin tener que esperar a la adolescencia; y de forma transversal, en todas las asignaturas y espacios de la escuela. Como todos los expertos en pedagogía recomiendan, “es necesario hablar de aceptación de las diferencias, sin partir de una situación de inferioridad por ser mujer”.

Una investigación publicada en la revista Science, y en la que fueron objeto de estudio más de 400 niños y niñas de entre cinco y siete años, arroja un resultado poco alentador: las niñas se creen menos inteligentes que los niños en ese tramo de edad.

Una percepción que va a tener un notable impacto sobre las decisiones que las chicas adopten al finalizar su educación elemental, y que explica en gran medida porque menos mujeres que hombres escogen las disciplinas integradas en las áreas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas).

Otro informe, elaborado por Adecco con 2.000 jóvenes de entre 4 y 16 años, nos advierte de que el sexismo está presente también en edades muy tempranas. Así, más del 50% de los jóvenes consideran que las tareas del hogar son responsabilidad de las mujeres. Concluye además ese estudio, que las profesiones a las que aspiran los jóvenes siguen guardando estereotipos de género habituales.

Las periodistas evidenciaron también en nuestros congresos otra de las grandes materias pendientes y que impiden en gran medida las expectativas de crecer de las mujeres en el campo profesional: la conciliación de la vida familiar y laboral.

No se trata de una preocupación aislada de nuestro entorno. La Unión Europea calcula que cada semana, como media, las mujeres dedican 22 horas no remuneradas al cuidado de los hijos, 12 más que los hombres. Además, las responsabilidades relativas al cuidado de la familia son la causa de la inactividad profesional del 20% de las mujeres europeas, pero sólo del 2% en el caso de los hombres.

Y ya está constatado que en una misma evolución de la carrera laboral de un hombre y de una mujer, la de esta puede verse estancada o incluso que se produzca una bajada en el momento de decidir ser madres; mientras que en la del hombre, hasta puede suponer un factor de promoción.

Además, son necesarias iniciativas encaminadas a concienciar a los hombres para que ellos también se acojan a las medidas de conciliación ya que, en muchas instancias, cuando tales disposiciones existen, son utilizadas en un gran porcentaje por mujeres (en torno a un 46%, frente a un 25% de hombres).

Otro de los grandes objetivos en el que aún tendremos que perseverar en el ámbito profesional femenino se refiere a la eliminación del llamado “techo de cristal”, más presente que nunca en el ámbito laboral y, de forma muy especial, en las posiciones de liderazgo.

Esa barrera invisible, pero que estrangula las aspiraciones femeninas de crecer laboralmente, dificulta que las mujeres -a pesar de tener la misma cualificación y méritos que sus compañeros-, puedan acceder a los puestos de mayor rango de poder.

España se sitúa en el sexto puesto en igualdad de género de funciones directivas de la Unión Europea, con sólo un 6% de mujeres en posición de dirección general (1). Y en los medios de comunicación, tan solo un 20% cuentan con puestos de responsabilidad, y un 10% dirigen y lideran, según datos de la Asociación Multisectorial de Mujeres Directivas y Empresarias (AMMDE).

Esas limitaciones culturales y ocultas, que impiden ascender en la escala laboral a las mujeres, generan la llamada “brecha salarial de género”, que también origina otros factores como la segregación sectorial, la proporción desigual del trabajo remunerado y no remunerado, y la propia discriminación salarial.

Un reciente estudio del sindicato UGT muestra que la diferencia en la remuneración entre hombres y mujeres en Galicia es del 19,1%, frente a un 13% de media en la Unión Europea. Esto viene a suponer una merma de casi 5.000 euros al año, según la Encuesta Anual de Estructura Salarial del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2020, último año del que se manejan datos.

En términos comparativos, el salario medio de las mujeres gallegas se situaba en 2020 en niveles semejantes a los que tenían los hombres en el año 2007/2008, por lo que tenemos que hablar de un pésimo saldo, con una década de desigualdad salarial.

En lo que atiene a nuestro sector de la información y la comunicación, y teniendo en cuenta los datos de la Agencia Tributaria, la brecha salarial alcanzó un 21,5% en 2021 (último año del estudio anual de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España-FAPE).

La gran cuestión que debemos plantear ahora es cómo disminuir esa brecha. Quizá, las últimas iniciativas legislativas podrían producir un avance para lograrlo, pero probablemente resulten insuficientes, debido al enorme diferencial favorable a los hombres, que se viene dando.

Es verdad que aún es necesario llegar a una mayor implicación de toda la sociedad en esa responsabilidad. Pero las formaciones políticas deben ser capaces de representar la sensibilidad que crece día a día en la opinión pública, y tener la capacidad y la altura de miras necesarias, para concitar acuerdos que nos permitan conseguir una sociedad más igualitaria en cuanto a género. Estableciendo los mecanismos necesarios para ayudar a erradicar, y no sólo a mitigar, los factores que todavía contribuyen a la desigualdad.

Fomentando líneas de ayuda y abriendo nuevas posibilidades de conciliación entre el ámbito laboral, personal y familiar. Además, actuando de forma proactiva, con normas que animen a la promoción de las mujeres para puestos de responsabilidad, promoviendo iniciativas encaminadas a aumentar la formación de las mujeres, y tratando de asegurar la correcta valoración económica de sus puestos de trabajo.

En ese capítulo, se echa en falta abordar el problema del reparto desigual de los trabajos domésticos no remunerados y los relacionados con los cuidados. Debemos ir más allá de la mera conciliación, fomentando la corresponsabilidad en la esfera de la vida privada y de los cuidados. Es plausible pensar que, de esa manera, las mujeres podrán ampliar su disponibilidad para la realización de trabajos remunerados.

De hecho, el “Informe Cuidados sin Brecha”, realizado por CCOO, cuantifica en un millón y medio el número de mujeres que no buscan empleo en toda España, porque tienen que cuidar a otros, y en un 75%, el de las mujeres que acuden involuntariamente al trabajo a tiempo parcial, para poder dedicarse a los cuidados.

Esos cambios tendrán que afectar al ámbito familiar, porque cuidar a otros es un trabajo, no sólo tiene que ver con las relaciones privadas. Quizá sería adecuado abordar las reformas necesarias en las normas laborales, para que se tengan en cuenta ese tipo de actividades.

La participación femenina en el mercado laboral es lo que precisamente viene lastrando la posición de España en el indicador de igualdad en el trabajo, según el Instituto Europeo para la Igualdad de Género. Las grandes diferencias en la tasa de empleo a tiempo completo de hombres y mujeres, y el número de años que pasan unos y otros trabajando, hacen que España se sitúe en el puesto veintitrés en esa categoría.

Sobra decir que la igualdad salarial entre mujeres y hombres supone una manifestación del respeto de los derechos de las mujeres trabajadoras, y el reconocimiento al trabajo que realizan. Y como derecho, tendrá que ser asumido más pronto que tarde.

Sin olvidar que tener menos ingresos produce un impacto negativo que afecta a toda la vida laboral de la mujer, incluyendo a su jubilación y a las pensiones que van a percibir. Y por el contrario, fomentar su participación en la economía, pero en términos de igualdad, genera una mayor competencia en el mercado, promueve la creación de empleo, y por ende, un mayor desarrollo social.

Este siglo XXI, debería ser el del avance definitivo en el camino de la igualdad. No hacerlo con la celeridad adecuada, supondría perder las mayor de las oportunidades para un desarrollo social y económico sostenible para todos. Les deseo que puedan ser protagonistas de su consecución.